
Un enfoque diferente, una formación apropiada
Tanto en mi vida profesional como estudiantil he tenido la suerte de visitar algunas industrias en algunas ciudades alrededor de mundo: Shanghái, Boston, Bogotá, Taipéi, Panamá, Amberes, Leverkusen y, por supuesto, ciudades en Ecuador. En cada una de ellas he podido admirar y aprender diferentes temas como la organización, el control, la estrategia, el emprendimiento, entre otros. Toda esta oportunidad de poder observar la variedad de culturas, en sectores heterogéneos, me invitó a ver la organización o la empresa de formas que jamás imaginé.
Quizá una de las cosas que más recuerdo, por ejemplo en Amberes, era que a un profesional MBA de la Universidad de Lovaina recién graduado se le brindó la oportunidad de dirigir una planta de producción. Pensaba yo: ¡qué gran oportunidad! Sin embargo, al mismo tiempo, también me enteré que un ingeniero que llevaba más de 10 años de experiencia en la misma planta de producción, le fue negada esta oportunidad. Por supuesto el malestar no se hizo esperar.
Reflexionaba sobre el tema y me preguntaba: ¿dónde está realmente la diferencia, la oportunidad o el aporte entre un MBA y un ingeniero con amplia experiencia? Desde entonces empezó mi curiosidad por averiguar en dónde estaba la divergencia.
Probablemente la mayoría de nosotros hemos escuchado en nuestro medio que la experiencia es importante, pero pocas veces hemos podido escuchar que la formación es lo más importante. En una de las clases de postgrado, escuché a un profesor hablar sobre temas de innovación, que están de moda en nuestros días, y lo que me sorprendió (y esto es algo que ahora comprendo) fue cuando dijo que la experiencia es un inhibidor de la innovación. En seguida, en mi mente, traté de recordar las clases que recibí del MBA y me di cuenta que las cosas que había aprendido, de una y otra manera, me dificultaban ponerlas en marcha porque la mayoría me decía: aquí las cosas se hacen de esta manera y además siempre lo hemos hecho así.
Quienes hemos tenido la oportunidad de haber cursado un MBA podemos comprender o dimensionar estos temas y verlos con un enfoque distinto gracias a una formación apropiada. De la misma manera sucede para quienes hemos tenido la oportunidad de haber visto otros horizontes, otras formas de hacer la cosas, con nuevas tecnologías, con nuevos métodos. En ambos casos, con estas herramientas y experiencias, se puede visualizar a la organización en la que nos desempeñamos y a nuestras responsabilidades, de formas diferentes. Esto sin duda es un valor agregado único ya que como nos indica Fernández (2002) cuando una organización logra transformar el conocimiento en sus diversas formas y lo integra en las costumbres y bases cognitivas de la empresa puede generar una ventaja competitiva basada en el aprendizaje organizativo. Ciertamente lo más difícil de imitar es lo intangible.
¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿La experiencia inhibe la innovación en Ecuador? ¿Cuál es el balance apropiado entre experiencia y formación?
Artículo Escrito por: Raúl Portero, MBA 2011-2013.
Referencias
Fernández, J. y Morcillo, P. (2002). Nuevas claves para la dirección estratégica. Ariel Economía, Barcelona.